Acabamos de estrenar el mes de octubre y en buena parte de las escuelas infantiles parece que se empieza a respirar. El mal llamado periodo de adaptación ha terminado, aunque haya niños, niñas o familias que necesiten más tiempo. Desde hace años vengo dándole vueltas a este tema y me chirría desde su propia definición, hasta su puesta en marcha en muchos centros educativos pasando por la Administración Educativa que no sólo no facilita unos días esta transición, sino que ocurre todo lo contrario, desde hace años se condiciona poniendo trabas a los centros educativos que sí desean abrir las puertas de su centro.
Vamos por partes, si acudimos a la RAE para conocer la definición del término adaptación, se entiende como: Capacidad de la persona para adecuar su conducta a las características del medio en que vive, consiguiendo el máximo aprovechamiento del mismo sin perder su equilibrio interno. Con esta descripción del término, la palabra adaptación la veo desadaptada al contexto del que estamos hablando. ¿Cómo es posible que sea el niño y su familia los que tengan que hacer ese movimiento de ajuste a la escuela?, ¿No tiene más sentido que ese movimiento sea en dos direcciones, es decir, de la familia a la escuela y de la escuela a la familia? En ese caso, ¿Podríamos hablar con más sentido de tiempo de acogida o periodo de vinculación? Los niños y niñas a estas edades, interpretan el mundo de una forma diferente, para ellos, cuando no ven a su figura de apego seguro, entienden que no están, que han desaparecido, esta lectura nos puede ayudar a comprender los llantos desconsolados que se dan durante las primeras semanas de inicio del curso escolar.
¿Podemos decir que le cerebro del niño se estresa durante este periodo cuando no es acompañado?, ¿Qué le pasa al cerebro de nuestras criaturas cuando se estresa?
Es importante diferenciar entre un cerebro estresado en un contexto y durante un periodo concreto de tiempo de un cerebro que se encuentra expuesto de forma prolongada en el tiempo, en ese caso hablaríamos de estrés tóxico.
Cuando las familias entran en la escuela, podemos facilitar sensiblemente esta transición. ¿Cómo lo podemos organizar?, ¿Qué pasa cuando la familia no puede o elige no acompañar?, ¿Y cuando es mi equipo educativo el que tiene dificultad para que entre la familia en su aula porque se «siente observado»? Algunas orientaciones nos pueden ayudar 😉
- Las familias deben conocer nuestro ideario, el acompañamiento y el periodo de vinculación que se hace un tu centro antes de matricular a sus hijos. Es necesario que conozcan la filosofía de nuestro proyecto y, si es necesario, que guarden unos días de vacaciones para cuando llegue el momento de estar y acompañar en la escuela.
- Este proceso de vinculación debe estar bien organizado y planificado con antelación para evitar líos y contratiempos, tanto a las familias como al equipo docente.
- Trabajar con el equipo educativo el valor de la presencia de las familias en la escuela, recordar que las familias nos están confiando lo más importante de sus vidas: sus hijos, y que una forma de devolver esa confianza es abriendo las puertas de nuestro centro.
- Reforzar la confianza y tranquilidad de nuestro equipo educativo, para ello, dejaremos preparados una serie de talleres, materiales y recursos con los que el personal que acompañe a las criaturas se sienta seguro y cómodo.
- Si hay criaturas que no pueden estar acompañados de una persona de confianza y seguridad, hay que respetar esa circunstancia o decisión familiar.
- La retirada del pañal no debe ser requisito en la entrada de 3 años. Es un tema que genera mucha inquietud a las familias, hay niños que no han madurado lo suficiente y una retirada prematura puede generar inseguridad en el niño y complicar esa retirada del pañal.
Durante el periodo de vinculación, se dan una serie de síntomas a nivel conductual, fisiológico y/o emocional que es necesario conocer para saber acompañar.
CANSANCIO: Levantarse más temprano, la actividad en la escuela con todas las novedades que conlleva implica menos horas de sueño y más excitación… Todo ello les agota.
IRRITABILIDAD: Esto es una consecuencia de la anterior porque al estar más cansados, hace que estén más irritables. Pero es que además, el no entender cosas que pasan en el cole o comportamientos de los otros niños, sentir que echan de menos a los padres y un largo etcétera hacen que luego, cuando están con nosotros, estén más irritables. Es su manera de expresarnos su malestar, con mal humor.
RABIETAS: Es una expresión más de ese malestar que no saben gestionar. Es importante saber que nuestros hijos no nos castigan, sólo expresan desde los lenguajes que tienen esta momento de inseguridad e incertidumbre que están viviendo.
DESPERTARES NOCTURNOS: Algunos no lloran, no dicen que no quieren ir, parece que todo va bien, sin embargo, de repente empiezan a despertarse por la noche. A medida que vaya adaptándose volverá a dormir como antes. Paciencia y comprensión de lo que está pasando. A los adultos también nos pasa: durante el día vamos trabajando y haciendo lo que hay que hacer pero por la noche, nuestro estado “real” aparece y puede que nos de por desvelarnos, o dormir fatal.
NO QUIERO COMER: Otra expresión es a través de la alimentación, el centro de su malestar se dirige hacia la comida. Es, aunque no nos lo pueda parecer, otra manera de “sacar” la angustia que están viviendo en este momento de cambio. La comida es el síntoma, no el origen de su malestar, no lo olvidemos.
DEMANDA:“Mi hijo está estupendo pero desde que sale del cole hasta que se acuesta no se separa de mi, es como un koala”. Es una forma de «cargar la batería” de sus padres para poder soportar la ausencia de ellos durante el rato que está en el cole.A veces esto puede agobiar a los progenitores que tienen la sensación que no les deja hacer nada, etc. Si lo hace es que lo necesita para sentirse mejor. Cuanta más disponibilidad y entrega, más rápido se le pasará esta necesidad enorme de apego.
RETROCESOS:La autonomía que había ganado los últimos meses como vestirse solo, ir al baño solo, jugar a ratos solo, etc parece que de repente la ha perdido. Nos pide que le vistamos, que le demos de comer, que le acompañemos al baño… Sí, a veces a los adultos esto nos cansa. Nos frustramos de ver que hacemos un paso atrás, pero crecer es esto: dar pasos hacia adelante y otros hacia atrás.
Cada vez son más los centros públicos que organizan un periodo de vinculación respetuoso, el marco normativo cambia de una comunidad a otra y, como suele ocurrir en muchas ocasiones, esta transición tranquila, termina quedando en manos de la iniciativa particular de unos equipos educativos que trabajan con más voluntad e ilusión personal que respaldo administrativo.