Los silencios…

Es difícil entrar en una escuela y encontrar tiempos y espacios de silencio. Esta situación se acusa mucho más si hablamos de un comedor o si elegimos algunos meses difíciles del curso escolar, por ejemplo en Septiembre… ¿Qué nos pasa a los adultos que acompañamos en la infancia?, ¿Por qué tenemos tanta resistencia a estar en silencio?, ¿Cómo me siento cuando estoy en silencio?, ¿Me cuesta estar y respetar los momentos de silencio o los disfruto sin angustia? El ruido acompaña nuestro día a día y no nos deja pensar con claridad, el ruido también nos coloca en el pensamiento automático restando posibilidades de ESTAR con CONCIENCIA y PRESENCIA en el aula… ¡En la vida!

El silencio y el pensamiento crítico van cogidos de la mano. Tienen un gran valor pedagógico porque, cuando damos tiempo, estamos favoreciendo la reflexión y la posibilidad de responder de manera más profunda. Es en el silencio donde surgen pensamientos que luego se expresan en argumentos razonados. El silencio también nos da la oportunidad de conectarnos con la autoevaluación.

La práctica del silencio en el aula puede promover la autoconciencia y la autoevaluación, habilidades esenciales para el pensamiento crítico. Al permitir que los estudiantes se sumerjan en el silencio, se les brinda la oportunidad de examinar sus propias ideas, cuestionar sus supuestos y llegar a conclusiones fundamentadas.

¿Cómo podemos propiciar el silencio? La música relajante o sonidos de la naturaleza pueden ser buenos aliados, la disposición de ambientes o rincones de manera que facilite la concentración y el silencio o espacios y momentos específicos de expresión libre, nuestro tono y volumen de voz para captar la atención, el arte de formular preguntas que requieran reflexión en lugar de dar respuestas rápidas y, ¡Como no! La biblioteca o los tiempos de lectura que herramienta fundamental que nos muestra el valor del silencio.

The sound of silence (Simon and Garfunkel)

El silencio también puede ser bueno para nuestro cerebro. En 2013, la bióloga Imke Kirst realizó un experimento en el que expuso a cuatro grupos de ratones adultos a diversos sonidos o al silencio para averiguar si les afectaba. Descubrió que los ratones mantenidos en silencio fueron el único grupo que desarrolló nuevas células cerebrales. Estas células se encontraban en la parte del cerebro relacionada con la memoria, las emociones y el aprendizaje. Aunque estos resultados aún no se han duplicado en humanos, este estudio ofrece una idea de cómo puede cambiar nuestro cerebro debido al silencio.

Recomendamos una lectura preciosa de la Revista INFANCIA_145 de Rosa Sensat. «Si me quieres comprender, escucha mi silencio» de Rosa Vázquez (páginas 7-12): https://www.rosasensat.org/magazines/in-fan-cia/145/icas_145.pdf

Juego heurístico.

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